Puntos de interés de la ciudad
Bajarí, una ruta por la Barcelona gitana
Carisma y duende: entre el flamenco y la rumba
Tras la Barcelona más cosmopolita y moderna se esconden las Barcelonas ancestrales, como la gitana. Orgullosa, alegre, llamativa y profundamente barcelonesa, la cultura gitana ha dejado huellas sorprendentemente genuinas en la ciudad y lo ha hecho, sobre todo, en forma de música y baile. Así es la Barcelona gitana: siempre presidida por el baile y el canto, por la alegría y la denuncia social de las letras rumberas, la expresión más mestiza de la Barcelona atrevida y espontánea de los gitanos catalanes. Descubrirla es un placer.
Gitana y popular
La cultura gitana también ha dejado en Barcelona algunos nombres ilustres. Uno de ellos es el de la bailaora y cantaora Carmen Amaya, una gitana menuda y prodigiosa nacida a principios del siglo XX en una barraca del Somorrostro, el paupérrimo barrio de chabolas que se levantó sobre la arena de la playa a finales del siglo XIX y que se perpetuó durante casi cien años. Amaya exportó su arte por todo el mundo, desde Latinoamérica hasta los Estados Unidos, donde actuó para los majors de Hollywood y, también, para el presidente norteamericano Franklin D. Roosevelt en una actuación privada en la Casa Blanca. Barcelona se rindió a los pies de Amaya, como lo hizo el resto del mundo: en el paseo Marítimo de la Barceloneta una fuente de piedra la recuerda con orgullo.
Barcelona tiene mucho poder
A mediados de los años cuarenta del siglo XX, en tiempo de posguerra, era necesario devolver la alegría a las almas en pena de una ciudad deshecha. En esa época la comunidad gitana de Barcelona creó un estilo musical propio: la rumba catalana. Peret y el Pescaílla son dos de los grandes músicos que se disputan su paternidad, y con ellos sus barrios de origen, el Raval y Gràcia.
En el Raval existe una de las calles más emblemáticas de la ruta bajarí, la diminuta calle de la Cera. Allí es donde nació Peret, conocido también como «el rey de la rumba» y gran amante de su ciudad. No en vano dedicó a Barcelona una auténtica oda en forma de rumba con motivo de los Juegos Olímpicos de 1992: la Gitana hechicera, que reza: "Para el mal de amores: rumbas y flores. Pa' subir al cielo: vente al Paralelo. Para ahogar las penas: fuente Canaletas. Pal que busque novio: mercao San Antonio. Ella tiene poder, Barcelona es poderosa, Barcelona tiene poder".
Y en Gràcia, en torno a la plaza del Raspall, el Pescaílla y su estirpe reclamaban haber inventado el ventilador, una forma particular de tocar la guitarra que combina cuerda y percusión y que es la base de la rumba catalana que se popularizó con fuerza hasta bien entrados los años sesenta.
Si Peret y el Pescaílla son los representantes más populares de los orígenes de la rumba catalana, Gato Pérez fue el gran redescubridor en los años setenta. Argentino de origen y catalán de adopción, el Gato reinventó la rumba, herencia de los gitanos catalanes. Él reivindicó un género que muchos habían despreciado y le otorgó la fama que merece. Y la ciudad le estará eternamente agradecida: en la plaza del Poble Romaní, en el corazón de Gràcia, una placa recuerda al Gato y su espíritu rumbero.
Rumberos y flamencos
Pero la Bajarí está repleta de otros templos anónimos, populares e inmensamente gitanos, como el barrio de Hostafrancs, junto a Sants. Este es otro de los territorios que también se reivindica como cuna de la rumba catalana, y tiene el mérito de haber popularizado el género en los años noventa con Los Manolos, grupo nacido en los alrededores de la plaza de Herenni.
Además, y por suerte para los barceloneses, en la ciudad perviven todavía tablaos flamencos y bandas rumberas donde el alma gitana, ácrata y tradicional a partes iguales, fluye al ritmo de la guitarra y de los zapateaos.