Una vez atraviesas la ronda del General Mitre, dejas a un lado la montaña para adentrarte en el llano de Barcelona. De la quietud del Putxet pasas al Farró, un barrio de carácter más popular. La calle de Saragossa es la columna vertebral, y a partir de ahí se van articulando callejones y plazas que forman un casco urbano en el que la convivencia vecinal y la vida asociativa siguen su curso. Su personalidad de barrio menestral se manifiesta a través de las calles de Pàdua, de Septimània o del Francolí, que desembocan en la calle de Saragossa, también en la plaza Mañé i Flaquer, a la que se llega por la calle de las Santjoanistes. Las fachadas centenarias están decoradas con gusto, como la del número 112, adornada con motivos florales, o la de la casa que hace esquina con la calle de Septimània, con marcos de yeso de formas sinuosas en los ventanales y las barandillas de hierro forjado. Algo más abajo, en el número 109, hay una casa con una apariencia más robusta; el tragaluz de la puerta nos dice que es de las más antiguas de la calle.