Por el nombre del jardín podemos deducir su pasado como una de las zonas de recreo escogidas por muchos barceloneses. Cuando el automóvil aún no estaba al alcance de todos, era muy común pasar los domingos al pie de Collserola en zonas frescas regadas por fuentes o manantiales. Este jardín inclinado va escalando la montaña ayudándose de taludes, diversas especies de cactus y arbustos mediterráneos, que van bordeando el camino en zigzag. Los ejemplares de pinos, robles, palmeras y encinas son adultos y componen un jardín silvestre donde las plantas se han arraigado por sí solas. El hábitat integra especies autóctonas, haciendo justicia a la riqueza del bosque mediterráneo. A medida que ascendemos, las vistas sobre Barcelona son cada vez más impresionantes; en la parte más alta nos espera una privilegiada atalaya con vistas a la ciudad, que dejaremos por unas horas.