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Rincones con encanto
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Escondites de Barcelona
Fuera de los circuitos más turísticos, entre callejones, se esconden infinitos rincones genuinamente barceloneses y muy a menudo desconocidos, incluso para la gente que vive en la ciudad.
Son plazas, claustros, pasajes y paseos que pertenecen a otras épocas y que evocan una Barcelona que, a primera vista, parece que no existe: la que mantiene la esencia del pueblo que todos los barrios de la ciudad fueron un día.
Incluso en los barrios más céntricos, como el Gòtic y la Ribera, se pueden encontrar plazas que ni siquiera salen en los mapas turísticos. Al fin y al cabo, esta es la esencia del viaje, dejarse llevar por la intuición, zigzaguear por calles que se convierten en laberintos y descubrir, al final, que Barcelona pertenece a partes iguales a locales y a visitantes y que siempre, siempre, nos reserva rincones que nos permite hacer nuestros, vengamos de donde vengamos.
Encontrarás rincones que invitan amablemente al retiro silencioso, como el patio del Convent de Sant Agustí, en Ciutat Vella, y plazas llenas de vida y de gente, de cafés, restaurantes y tiendas, allí donde la gente hace su vida cada día, como la plaza de la Vila de Gràcia.
Y paseos que te transmitirán el pasado medieval de la ciudad, como la antigua acequia del Rec Comtal, por donde discurría el agua que abastecía la ciudad. Y rincones pequeños y preciosos, como la plaza de Prim, en el corazón del Poblenou... Y quien deje la brújula en casa y camine sin norte por la ciudad, encontrará otros mil rincones donde encantarse.
Cerrar the expanded main text blockLa plaza de Sant Agustí Vell
Tiene un toque parisino, casi melancólico, pero está en el corazón del barrio de Sant Pere, donde queda casi escondida. Conserva aún un soportal medieval, justo donde empieza la calle del Portal Nou, aunque la mayoría de los edificios son de los siglos XVIII y XIX, cuando el barrio bullía en plena edad dorada del textil catalán. Ahora, pavimentada con modernos adoquines, está rodeada de comercios y de restaurantes auténticos donde tomar un menú de los de toda la vida.
La plaza de los Traginers
Flanqueada por unos restos de la muralla romana de Barcelona, de la que incluso conserva una torre circular, la plaza de los Traginers alude al pasado medieval del barrio del Regomir: allí donde empezaban las comunicaciones con la ciudad. Ya no se trajinan mercancías, pero la plaza continúa muy viva y es el punto de encuentro de músicos y pintores locales que dan al lugar un aire bohemio encantador.
La plazoleta del Roser
Junto a la plaza de Sarrià, la plaza mayor del barrio, se encuentra esta pequeña y silenciosa plazoleta, inaugurada en 1963. Justo al lado, está la iglesia de Sant Vicenç, un templo neoclásico que conserva un retablo barroco dedicado a la Virgen del Roser. La plazoleta, recogida y arbolada, es un espacio frecuentado por los niños, porque no entran coches, pero también tiene deliciosos puntos para disfrutar de la sombra y de la lectura, y buenas terrazas para tomar un vermú.
La plaza del Mercadal
Esta preciosa plaza porticada es de mediados del siglo XIX, cuando el Ayuntamiento de Sant Andreu la proyectó para ubicar el mercado. Hasta bien entrado el siglo XX, cuando se levantó la actual cobertura metálica del Mercado de Sant Andreu, era punto de encuentro de campesinos y vendedores ambulantes. Hoy en día, la plaza continúa siendo un lugar apreciado: mantiene su carácter de pueblo, comercial y dinámico, con bares y tiendas en los bajos porticados.
La plaza de Osca
Antiguamente, en la plaza de Osca estaba el bullicioso mercado del barrio de Sants. Seguramente por eso mantiene su espíritu popular y dinámico: es un reducto del barrio intensamente apreciado por los vecinos. La plaza, cerrada al tráfico y arbolada, está rodeada de bares de todo tipo. Sus terrazas son un reclamo de primera a la hora del vermú y en los atardeceres del verano, cuando corre el fresco.
La plaza de la Concòrdia
Quien aterriza en la plaza de la Concòrdia enseguida se da cuenta de que Les Corts antes era un pueblo, y que la plaza era su centro. Cerrada al tráfico, está rodeada de edificios ochocentistas y novecentistas y todavía mantiene comercios de época, como una farmacia y una pastelería. La joya del enclave es el palacete modernista de Can Deu, actualmente un centro cívico con un fantástico patio interior ajardinado.
La plaza de Sant Gaietà
Si no fuera porque ninguna valla impide el acceso, cualquiera pensaría que la plaza de Sant Gaietà es un patio privado. Es minúscula, pavimentada con baldosa roja y rodeada de flores, con una preciosa buganvilla, y hace privilegiados a los vecinos que viven en alguna de las diez casitas que lo rodean. Conocida como “el raconet” (el riconcito), es un espacio romántico y muy escondido, como pocos hay en Barcelona.
La plaza de la Vila de Gràcia
La rebautizada recientemente como “plaza de la Vila de Gràcia” ha tenido diversos nombres a lo largo de su historia, y muchos vecinos todavía la llaman “plaza de Orient”. Justo en medio se alza la torre del reloj, de 33 metros, coronada por una campana conocida como “la Marieta”, que todavía repica. Rodeada de bares, restaurantes y tiendas, es un punto de encuentro de los vecinos siempre lleno de vida.
La plaza de las Santes Creus
Durante el siglo XVI, el centro urbano de la villa de Horta creció en torno a esta plaza. A principios del siglo XX, cuando Horta se anexionó a Barcelona, la gran ciudad regaló a Horta una réplica exacta de la Fuente de Canaletes, de la que todavía hoy brota agua en la plaza de las Santes Creus. El espacio es un pequeño paraíso, lleno de sombras bajo los árboles y rodeado de casas bajas.
La plaza de Prim
En la plaza de Prim del Poblenou se encuentran las casas más antiguas de este barrio de pasado marinero, donde antiguamente vivían los pescadores. Es un espacio sencillo y encantador: tres bellasombras, una fuente y un único restaurante que, por descontado, hace cocina marinera. Los alrededores son también imprescindibles, con casitas blancas bajas y calles tranquilas. Un reducto de quietud integrado en medio de la ciudad.
La plaza de Masadas
Edificada a finales del siglo XIX, la plaza de Masadas, en el corazón de la Sagrera, es una de las pocas plazas con soportales que quedan en la ciudad. Durante buena parte del siglo pasado, hubo un mercado cubierto que a principios de los años noventa se desmontó: la plaza se reabrió a la gente, hasta hoy. Además, cada primer domingo de mes se hace un mercadillo de juguetes antiguos que es todo un espectáculo.
El claustro de la iglesia de Santa Anna
Como una superviviente, la iglesia de Santa Anna, del siglo XII, se mantiene en pie entre los modernos edificios que la rodean. La nave principal da al claustro, una obra del gótico catalán dominada por la sencillez. A este pequeño paraíso, con un jardín central con toques asilvestrados, se puede acceder directamente desde la calle. Es una visita obligada si se quiere huir de las ruidosas calles contiguas.
El claustro del antiguo Hospital de la Santa Creu
El recinto del antiguo Hospital de la Santa Creu es uno de los magníficos ejemplos que dejó el gótico civil catalán. La antigua Casa de Convalescència de Sant Pau es uno de los edificios singulares del recinto. Y es desde aquí, si se bajan las escaleras, desde donde se llega al claustro central del edificio, también de arquitectura gótica, cuya visión es impresionante.
El claustro de Sant Pau del Camp
En el corazón del Raval más popular se encuentra uno de los edificios de arquitectura románica mejor conservados de la ciudad: el viejo monasterio benedictino de Sant Pau del Camp. Desde la sala capitular, de estilo gótico, se entra en el diminuto claustro, único en Europa por sus singulares arcos. Es un espacio delicioso y exquisito donde habita el silencio.
El patio de las Drassanes Reials
En plena fachada marítima se levantan las Drassanes Reials de Barcelona, una construcción de estilo gótico del siglo XVI edificada como una réplica de la original, del siglo XIV. Hoy en día acoge el Museo Marítimo de la ciudad. Desde el vestíbulo se accede al inmenso patio central, vestigio de lo que fue el gran patio de Pere el Gran. Al fondo, hay una fachada con un gran portal de dovelas. La visita es un viaje a otra época.
El claustro del Convent de Sant Agustí
Del antiguo Convent de Sant Agustí, del siglo XIV, solo se conservan el claustro gótico y parte del edificio. Después del asedio de 1714, fue derribado para construir un cuartel militar. Ahora, restaurado, es un centro cívico muy activo, y bajo los arcos del claustro se esconde el bar del Convent, con una terraza magnífica para tomar algo.
El claustro de la iglesia de la Concepció
La iglesia de la Purísima Concepció, en la calle de Aragó, se construyó en el siglo XIII en la Vía Laietana como un monasterio de monjas. En el siglo XIX, sin embargo, la reforma de la ciudad obligó a desmontar la iglesia y el claustro, que fueron trasladados piedra a piedra y levantados de nuevo en su ubicación actual. El claustro, del siglo XIV, tiene dos pisos con galerías y un jardín que invita al recogimiento.
Los jardines del Palau Robert
En un sitio privilegiado de la ciudad, el paseo de Gràcia, se alza el imponente Palau Robert, un edificio de principios del siglo XX. Sus jardines son un oasis que se intuye desde la avenida Diagonal. Con espacios para sentarse a la sombra, los jardines fueron remodelados originalmente a principios de este siglo. Se puede acceder desde la avenida Diagonal o desde el vestíbulo de este palacio.
El jardín del Àngel
Nadie imagina que en el mismo Portal de l'Àngel, una de las calles más concurridas de la ciudad, se puede esconder un rincón como este. El jardín del Àngel, de acceso público, forma parte del Hotel Catalonia Albinoni, un palacete del siglo XIX. El patio tiene una terraza decorada con madera, palmeras y plantas, donde se pueden comer tapas. Hay, también, una pérgola acristalada. El toque de color lo dan las paredes, decoradas con grandes pinturas murales.
Los jardines de la Torre de les Aigües
Albergan la conocida y apreciada playa de L'Eixample y son los primeros interiores de isla del distrito que se recuperaron para uso público, siguiendo la idea original del urbanista Ildefons Cerdà, creador del barrio. Se conserva la torre de ladrillos de finales del siglo XIX, aún en funcionamiento para proveer de agua a la piscina, abierta al público durante los meses de verano.
Fundación Palo Alto
Los jardines de la Fundación Palo Alto, que ocupa un antiguo recinto fabril de finales del siglo XIX, son espectaculares. Exuberantes y frondosos, la vegetación es omnipresente. Cubre, incluso, las fachadas del recinto. Además, hay un huerto y una cantina donde se pueden degustar menús. Los actuales inquilinos, una veintena de empresas dedicadas a la creación artística, convirtieron este complejo industrial en un auténtico pueblecito. Como dirían los ingleses, un must.
Jardines de la Casa Ignasi de Puig
En la calle de la Boqueria, en un edificio neoclásico reconvertido en el Hotel Petit Palace Opera Garden, se esconde este excepcional jardín romántico. Catalogado por el Ayuntamiento, es de acceso público. Para entrar, hay que cruzar la recepción del hotel. Al visitante le esperan una decena de árboles orientales y diversos parterres geométricos. También una terraza donde tomar algo.
Pasaje de Robacols
A este pequeño pasaje no se llega si no se va. Está escondido detrás de la calle de Rossend Nobas, junto al concurrido Mercado del Clot. Formado por una hilera de casas bajas y con el suelo sin embaldosar, se ha mantenido intacto con los años, como una evidencia del pasado rural del barrio. Los vecinos lo cuidan esmeradamente. En verano, lo frecuentan con tertulias al aire libre como las de antes.
Camino de Sant Genís en Horta
Este camino unía el pueblo de Horta, pasando por la Clota hasta la iglesia de Sant Genís dels Agudells, al pie de Collserola. Todavía se conservan el tramo que va de la Clota a la avenida del Cardenal Vidal i Barraquer y el otro tramo que sigue hasta la avenida de Martí Codolar, que mantiene todo su aire antiguo y rural.
Calle de Grau
En el corazón de Sant Andreu, entre las calles de Agustí Milà y Gran de Sant Andreu, se puede hacer un viaje al pasado. La calle de Grau, en forma de L, sigue un modelo urbanístico propio de los cascos antiguos de algunos pueblos del Maresme, y es de los pocos de este tipo que quedan en Barcelona. Uno de los lados está flanqueado por una hilera de casas unifamiliares, y el otro, por huertos y jardines. Una auténtica atracción.
Pasaje de Mulet
Debe su nombre a quien fue el propietario del pasaje desde 1868, el profesor de pintura Antoni Mulet i Orfila. Él fue quien abrió este camino en la parte baja del barrio del Putxet, donde hizo construir una veintena de casas. Todavía se pueden ver algunas torres modernistas junto a otras bien modernas. Es, sin duda, uno de los pasajes con más solera de la ciudad.
Pasaje de las Manufactures
Abierto hacia finales del siglo XIX, este pasaje acogía talleres de manufacturas en el entonces barrio industrial de Sant Pere. Es una especie de túnel iluminado que conecta, haciendo de atajo, las calles de Trafalgar y de Sant Pere Més Alt a través de unas escaleras. Actualmente, las persianas de los manufactureros están bajadas y solo quedan en pie dos bares. A pesar del tono decadente, vale la pena cruzarlo y dejar volar la imaginación.
El Rec Comtal en Vallbona
En el barrio de Torre Baró-Vallbona es el único tramo al aire libre del antiguo Rec Comtal, una acequia construida durante el siglo X que aprovecha el trazado de un acueducto romano en desuso. La conducción, de 12 kilómetros, que nacía en Montcada i Reixac, abastecía de agua la ciudad amurallada y los huertos del llano de Barcelona. Ahora, este paseo por el pasado medieval de la ciudad es una auténtica delicia.
Plaza de Mons
Bajando del barrio del Coll, justo antes de entrar en el viaducto de Vallcarca, se encuentra la plaza de Mons. Es pequeña y empedrada. Funciona como una rotonda desde donde salen las calles que suben hacia el barrio del Coll y las que bajan hacia el Putxet y Vallcarca. Todavía se mantienen algunas torres modernistas y destaca especialmente una torre de arquitectura racionalista en forma de barco. Desde el viaducto, las vistas de Barcelona, mar y montaña, son excepcionales.
La Satalia
Un barrio dentro de otro: eso es la Satalia, un vecindario dentro del Poble-sec. Los separa el paseo de la Exposició. El barrio, que enorgullece a los vecinos, sube montaña arriba, con calles empinadas y llenas de escaleras. Las casas, del siglo XIX, todavía mantienen los huertos y los patios de atrás, desde donde las vistas son privilegiadas. Muy cerca está el mirador de la Satalia, un espacio de 4.000 m2 con bancos y mesas y un quiosco-restaurante.
Bajada de la Glòria
Es una de las calles más transitadas por los turistas que visitan Barcelona, porque conduce al Park Güell. Se le llama bajada, pero en realidad hace tanto bajada como subida: la pendiente llega al 35 % y desde finales del siglo pasado tiene unas escaleras mecánicas, típicas del barrio, que alivian a los vecinos. Una vez arriba, vale la pena detenerse a tomar aire y disfrutar de las vistas de la ciudad. Son de vértigo.
Los toboganes de Montjuïc
Al pie del Castillo de Montjuïc, en la calle de los Tarongers, se esconde un espacio que hace las delicias de pequeños y grandes. Son dos larguísimos toboganes y con bastante pendiente, en plena naturaleza. La bajada es vertiginosa: los miedosos tendrían que frenar antes de llegar al final. Las vistas desde allí, claro está, son espectaculares.
La Fuente de la Budellera
Impresiona. No en vano, la Fuente de la Budellera es la fuente más popular de todas las que se conservan en el parque natural de Collserola. Rodeada por paredes de piedra perfectas y una vegetación exuberante, el espacio es especialmente bonito y acogedor. Aquí nace el torrente de la Budellera, que desemboca en el torrente de Vallvidrera. Altamente recomendable.
La Mina Grott de Vallvidrera
A través de la Mina Grott, un túnel de un kilómetro y medio de longitud, circulaba el agua que abastecía la villa de Sarrià desde mediados del siglo XIX y hasta bien entrado el XX. A principios del siglo pasado, se hizo una atracción que fue todo un éxito, conocida como Lake Valley, un tren eléctrico para pasajeros que recorría el túnel iluminado. Sin embargo, cerró en 1916. El espacio está en el camino del pantano de Vallvidrera, un lugar bellísimo.